martes, enero 05, 2010

¿Donde demonios prefiere estrellarse?

Cuando la ofensiva aliada en Italia se estancó en las playas de Anzio, los altos mandos a cargo de la misma vieron la necesidad de comenzar nuevos ataques. A causa de esto, se llevaron a cabo reuniones secretas y muchos oficiales tuvieron que realizar continuos viajes de ida y vuelta. Uno de ellos fue el general Clark, el cual tenía que viajar desde Anzio, hacia otros puntos de Italia.

Clark solía viajar en un avión especialmente acondicionado por su piloto personal, el teniente coronel Jack Walker. Como la pista de aterrizaje de Anzio estaba generalmente bajo ataque de la artillería germana, el avión de transporte había sido modificado con unos flotadores especiales, convirtiéndolo en un hidroavión improvisado. Luego de amarar, el avión era capturado con cuerdas y remolcado a tierra.

La operación ya era habitual en el piloto, pero no siempre salen las cosas como deben. Especialmente peligroso era el hecho de que, para evitar se detectados por cazas o cañones enemigos, se debía volar muy bajo, casi a ras del agua. Un día como cualquier otro, el piloto se encontró con olas más altas de lo habitual, las cuales castigaron seriamente los flotadores antes de que la aeronave pudiera despegar.

Cuando estaban en el aire, Walker le pasó la mala noticia a Clark:

-¿Vio lo que sucedió?

Clark le dijo que sí, después de mirar por la ventanilla y ver que los flotadores colgaban de sus soportes, completamente inútiles.

-¿Qué hago ahora? -fue todo lo que dijo Walker.

-Usted es el piloto, no me pregunte a mí -respondió Clark.

-Se lo pregunto por una razón, señor... simplemente me gustaría saber dónde demonios prefiere estrellarse...

El general lo pensó.

-En ese caso, que sea Sorrento. Es un lugar muy hermoso.

-Perfectamente. A Sorrento, entonces- respondió el piloto, dirigiéndose hacia allí. El trayecto duró dos horas.

Cerca de ese lugar había un centro de esparcimiento para oficiales del V Ejército, de manera que la zona estaba llena de curiosos que avistaron al avión averiado y se quedaron a ver qué sucedía. Walker divisó una zona de playa poco profunda, donde el agua tenía una profundidad de aproximadamente un metro, y decidió arriesgarse allí. Luego del accidentado aterrizaje, sus dos ocupantes salieron rápidamente del vehículo, ilesos, y vieron cómo sus restos terminaban de hundirse.

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